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Arzobispo de Lima: «El Señor aviva nuestro ser más profundo»

«La Iglesia se cimienta sobre una persona débil y humana como Pedro, que se deja llevar por el Espíritu, porque en medio de nuestro pecado, el Señor aviva el ser más profundo que Él ha creado», es la reflexión que nos deja el Arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo, en este XXI Domingo del Tiempo Ordinario.

Durante su homilía, Monseñor Castillo explicó que, ante tanta tragedia vivida, es comprensible que nos preguntemos ‘¿Dónde estás Señor?’, pero Él siempre está con nosotros, porque es Yahvé, «el Dios viviente, y por lo tanto, no nos abandona jamás, siempre está presente y hace posible que cada uno de nosotros estemos atentos al camino del Señor», indicó.

«Hemos visto cómo la loca ilusión hace crear tragedias como la que hemos vivido anoche», manifestó el prelado en alusión al lamentable fallecimiento de 13 jóvenes en una fiesta clandestina en una discoteca y durante el Toque de Queda, «hoy estamos muy tristes porque a la muerte de tanta gente, se agregan muertes absurdas. Tenemos que ayudarnos a entendernos y a salir de nosotros mismos, pero a curar todos esos maquillajes y desesperaciones, esos apuros que impiden que lo más profundo de nuestro ser salga», precisó.

La fe es una relación íntima entre la Trinidad y nosotros.

El Arzobispo recordó que, aunque el Señor nos acompaña siempre, a veces «nos es difícil expresarlo, y además vivir de acuerdo a lo que expresamos, por eso, las reacciones inmediatas hacen posible que nosotros podamos desesperarnos, hay una serie de barreras y de tapas, de maquillajes que se han colocado en nuestro ser que no permiten que se pueda expresar con sencillez y claridad nuestra relación con el Señor, pero la fe es sobre todo, una relación íntima entre personas, entre la persona de Dios y la persona de nosotros, entre la Trinidad y nosotros, entre la comunidad que se llama Dios , que es una comunidad de vida, de alegría y de esperanza».

En ese sentido, en el Evangelio de Mateo (16, 13-20), se muestra la intención de Jesús de dialogar con sus discípulos, y que ellos puedan expresarse para sacar lo mejor que tienen: «cuando Dios dice que quiere nuestra salvación, cuando Jesús viene para salvarnos, quiere decir que en nosotros hay algo que ha sembrado Él, que viene desde nuestro ser mismo y es revalorado, cultivado, gracias a los Sacramentos y a la Palabra de Dios», agregó el Primado del Perú.

El Señor quiere que nosotros salgamos y seamos nosotros mismos, no una ficción de nosotros mismos. Madurar es expresar lo más profundo de nosotros, aprender a hacer las cosas de acuerdo a la voluntad de Dios, ese ser que es amor también porque somos producto del amor, somos consecuencia de un Dios que nos ama. 

Llamados a sentirnos hijos amados de Dios.

Jesús está alegre, dice el Arzobispo, porque finalmente Pedro ha dicho las palabras correctas, ya no ve un fantasma, ahora ha respondido claramente: ‘Tú eres el Hijo del Dios viviente, tú eres el Cristo, el Mesías, Aquel que tiene el Espíritu de Dios y que nosotros estamos conociendo vivamente, y estamos contentos de estar contigo’.

¿Por qué ha dicho eso Pedro? Porque Jesús «se ha mostrado como hermano, y así ha mostrado ser el Hijo de Dios, que nos llama a todos también a sentirnos hijos, no a sentirnos anónimos, no a sentirnos cosas, sino a sentirnos hermanos de los demás, solidarios con los demás, eso es lo que significa afirmar que Jesucristo es Hijo de Dios, que hay un solo Padre y que todos somos hermanos», subrayó Monseñor Carlos.

La fe es una comunicación vivencial con nuestro Señor.

Las palabras de Pedro, por lo tanto, son expresiones que salen del corazón, y del mismo modo, el Arzobispo recuerda que estamos llamados a «tener una religión que salga del corazón, que salga de las entrañas, que salga de los riñones, de lo más profundo de nuestro ser, no una fe superficial en donde lo único que hay son leyes, ritos, afirmaciones conceptuales, no, la fe es una comunicación vivencial, existencial, total con Jesús, y por nuestra fe el Señor alienta nuestra humanidad, no la destruye, no la desprecia, al contrario, la enriquece, la alienta».

Pedro se ha dejado llevar por el Espíritu, y la Iglesia se cimienta sobre una persona débil y humana que se deja llevar por el Espíritu, porque en medio de nuestro pecado, el Señor aviva el ser más profundo que Él ha creado.

Por último, Monseñor Castillo hizo un llamado a descubrir cómo está Dios presente en nosotros: «en silencio, profundicemos qué le decimos nosotros a ese Dios que nos ha mandado a su Hijo, qué le decimos sobre quién es. Que Jesús crezca en nosotros y podamos hacer una sociedad de hermanos que se aman, porque estamos llamados a vivir de la profunda realidad del amor que Dios nos ha dado, somos sus hijos, seamos hijos, hermanos, porque un solo Padre nos ha mandado ese Hijo para alentarnos, para estar escondido en medio de nosotros, revelándose poco a poco en medio de nuestras tragedias».

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