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Corpus Christi: Erradicar de nuestra fe una religión de negocio, inspirados en la gratuidad de Jesús

Miles de personas acudieron masivamente a la Plaza de Armas de nuestra capital para vivir la Solemnidad del Corpus Christi. La celebración contó con la participación de nuestras comunidades parroquiales, obispos, clero, hermandades, agentes pastorales y colegios parroquiales. Por su parte, la Vicaría de la Juventud y Cáritas Lima lograron reunir más de 2 toneladas de donaciones de víveres para nuestras ollas comunes y comedores parroquiales.

Es así como la Iglesia de Lima se movilizó guiada por el lema de este año: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados». En su Homilía, Monseñor Carlos Castillo recordó que Jesús ha entregado los signos de su Cuerpo y de su Sangre «para alimentar nuestra capacidad de amar y servir gratuitamente». También hizo un llamado a erradicar de nuestra fe esa concepción de la religión como un negocio.

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Nuestra Iglesia de Lima, tan diversa en sus carismas como en su testimonio de servicio y solidaridad, se congregó en el corazón de la capital peruana para acompañar en procesión a Jesús Eucaristía. Desde muy temprano, las delegaciones parroquiales fueron llegando con sus donaciones para compartir el pan y unirnos en espíritu sinodal a la Iglesia Universal.

En su alocución al Evangelio de hoy (Marcos 14,12-26), Monseñor Castillo afirmó que el sacrificio del Señor, entregado como don gratuito a la humanidad, es un acontecimiento de esperanza que se manifiesta en el momento de la Consagración. «Jesús asume su misión en la historia. Él es el Hijo enviado por el Padre, hecho uno de nosotros, humano, que anuncia que Dios está cerca y su Reino está actuando en este mundo».

Este gesto de amor desinteresado – sostuvo el Prelado – es incondicional, por eso, la humanidad entera está llamada a ser salvada. El problema ocurre cuando hacemos interpretaciones ajenas al sentido de gratuidad y optamos por hacer sacrificios y holocaustos para «calmar la ira» de Dios.

Esta mentalidad ha estado presente en casi todas las religiones del mundo, en donde los seres humanos, temerosos de los dioses, organizan sacrificios para obtener la salvación y convierten la religión en un sistema de negocios.

Erradicar la corrupción de nuestras vidas

El Primado del Perú recordó que, a través del testimonio de Jesús, hemos aprendido que la vida se convierte en un constante compartir hacia los demás. Este es el modo como acercamos el Reino de Dios a las situaciones concretas.

Tenemos que erradicar de nuestra fe esa concepción de una «religión de negocio», en donde todo se convierte en un intercambio económico y vamos hacia la corrupción general.

El Monseñor Castillo aseguró que la realidad nos interpela a tomar conciencia de nuestros pecados para solucionar los graves problemas de corrupción que se han instalado en todos los espacios de la sociedad, inclusive, en la propia Iglesia. «Unidos al Santo Padre Francisco, hemos estado trabajando en estos cinco años para hacer una Iglesia que corresponda al don gratuito de Dios». Y agregó:

La corrupción también se mete en todo aquel que desvía el don generoso de Dios y aprovecha para sacar la plata a los demás y empobrecer a nuestro pueblo.

En otro momento, el arzobispo de Lima pidió que unamos esfuerzos para generar una mayor conciencia nacional de todos los pueblos del Perú, sobre todo, ahora que se conoce que los índices de pobreza han aumentado a un 29% en el último año:

El hambre clama al cielo, y nos pide a todos, especialmente, a quienes tienen en sus manos la dirección del país, el no hacer leyes injustas y reconocer los errores propios de corrupción.

«¿Cómo es posible que se quiera privatizar la compañía del agua? ¿Cómo es posible que se hagan leyes que favorecen a ciertas personas y se impide que las regiones puedan participar libremente para dirigir sus regiones? ¿Cómo pueden haber actitudes perniciosas en donde no se denuncia las corrupciones y, más bien, los denunciantes son los que han delinquido? ¡Eso es una vergüenza! Todos los peruanos tenemos que unirnos para que la verdad, el amor y la justicia permitan saciar el hambre de sed y justicia de los pobres», ha reflexionado el Prelado.

En la Iglesia estamos para humanizar la sociedad, y tenemos esa tarea histórica que va más allá de salvar nuestras almas de forma individual. Tenemos que salvar al mundo entero en cuerpo y alma.

Al término de la Eucaristía se dio inicio con la procesión del Corpus Christi. Las cuatro estaciones estuvieron integradas por las delegaciones parroquiales de nuestra Arquidiócesis, hermandades, Cabildo metropolitano y clero de Lima.

Antes de la bendición final, Monseñor Castillo anunció que los puntos de acopio instalados por la Vicaría de la Juventud y Cáritas Lima lograron reunir más de 2 toneladas de víveres que se destinarán a las ollas comunes y comedores parroquiales.

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