Arzobispo de Lima

La oración es una lucha permanente para avanzar y crecer en el amor

“Cuaresma es un tiempo para aprender a orar y vivir de las consecuencias de una oración profunda”. Con estas palabras, Monseñor Carlos Castillo Mattasoglio inició la Homilía de la Santa Misa celebrada en la Basílica Catedral de Lima, hoy segundo domingo de Cuaresma. Concelebró el Padre Emerson Campos Aguilar, coordinador del Área Migrantes de la Conferencia Episcopal Italiana en Roma.

Amor gratuito

“Nuestro Dios es un Dios que promete la felicidad, la bendición a la humanidad, especialmente a la humanidad debilitada. Abraham, siendo una persona insignificante, fue introducido poco a poco en el camino del amor de Dios. Un hombre de 75 años que no tenía hijos, preciosa edad para comenzar una historia”, indicó Monseñor Castillo.

“Dios está dispuesto a dar su vida gratuitamente sin pedir nada a cambio. Este camino gratuito de amor completo de Dios se cumple con Jesús en el Nuevo Testamento, nos da a su hijo y muere por nosotros, con la intención que seamos felices. Nos comunica su amor, lo más profundo de su ser”, agregó.

Un cristianismo profundo e inteligente

También nos recordó que la oración es una lucha permanente para ir avanzando y creciendo en el amor: “Nuestro Dios es interesante, profundo, nos estremece”, indicó.

Es por eso que se necesita “un cristianismo profundo e inteligente, no uno de costumbre que se va con el primer viento que pasa. Una fe profunda e inteligente que sabe ahondar y resolver los problemas con la inspiración de Dios”.

“En Cuaresma estamos preparando la Semana Santa y nos viene bien saber cómo es esa oración del Señor. La oración del Señor es profunda, sube a lo alto de la montaña, mientras oraba él manifiesta en su rostro un cambio, sus vestiduras brillan, sus discípulos pueden ver un pedazo de ese amor de Dios que es la gloria”.

Pensar en el otro

Por otro lado, Su Excelencia destacó que “el ser humano está hecho para el otro, para salir de sí, y nos dignificamos cuando damos porque remitimos nuestra vida a otro. Todos estamos hechos para adelante, para amar. Por eso la oración es la cuna del amor, la cuna de la relación íntima con quien nos ha creado. A pesar que no lo veamos, sabemos que somos hechos para Él”.

Finalmente, Monseñor señaló la importancia de buscar espacios de silencio para entrar en una sintonía profunda con el Señor.

“El silencio es el lugar donde Dios se revela porque es un Dios callado, silencioso, que habla pero desde el silencio profundo del amor, por eso que esta Cuaresma sea motivo de entrar en oración profunda para ser transformados y podamos irradiar la gloria que el Señor nos ha dado. Porque se ha revelado, ha mostrado su rostro para que transparentemos el rostro amoroso de Jesús”.

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