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Acogiendo la invitación de la Secretaría General del Sínodo, la Comisión Nacional del Sínodo de la Conferencia Episcopal Peruana ha preparado una oración mariana para confiar los trabajos de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos a María, Madre de la Iglesia. El momento de oración se realizará este miércoles 31 de mayo, Fiesta de la Visitación de la Virgen María y fin del mes mariano, en todas las jurisdicciones eclesiásticas del país.

Mediante una carta enviada a los Obispos del Perú, la Comisión Nacional del Sínodo, presidida por Monseñor Edinson Farfán, Obispo de la Prelatura de Chuquibambilla, sugirió a los prelados que está sencilla oración pueda llegar a todos los santuarios marianos y lugares del país, especialmente los más alejados.

Cabe resaltar que las advocaciones marianas en Perú forman parte de la religión católica de este país sudamericano. Algunas de las más populares son la Virgen del Perpetuo Socorro, la Virgen de Chapi, Nuestra Señora de la Merced, la Virgen de la Puerta, la Virgen de la Candelaria, La Virgen del Carmen de Paucartambo y la Virgen de Cocharcas, entre otras. Unas son propias de localidades peruanas, mientras que otras también son veneradas en otros países del mundo.

A continuación, la Oración Mariana en preparación XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos:

Con María, hacia la Asamblea Sinodal
(Descargar oración mariana en PDF)

En el día que valoramos y reconocemos la diversidad lingüística que hay en el Perú, conversamos con Andrea Bernal, especialista del Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP), quien recordó que la Iglesia tiene la misión de acoger la diversidad y riqueza cultural de nuestro país, promoviendo espacios de encuentro para anunciar el Evangelio a todos, sin excepción.

Perú celebra el Día de las Lenguas Originarias con sus 48 idiomas nativos, de las cuales, 44 son amazónicas y 4 indígenas. Y, aunque estas lenguas son la forma de comunicación de 55 pueblos indígenas, hay 21 idiomas que se encuentran en peligro de extinción.

Como ya lo señaló el Santo Padre en su visita a Puerto Maldonado, en enero de 2018, «es imprescindible realizar esfuerzos para generar espacios institucionales de respeto, reconocimiento y diálogo con los pueblos nativos; asumiendo y rescatando la cultura, lengua, tradiciones, derechos y espiritualidad y que les son propias».

En ese sentido, Andrea Bernal, en su rol como coordinadora de proyección nacional del CAAAP, explicó que, detrás de cada lengua, «hay toda un mundo que preserva la expresión cultural de valores, sabiduría y forma de vida única de un determinado pueblo. Por tanto, si se pierde una lengua, se pierde esa parte de la identidad de una persona y, sobre todo, de un pueblo”.

Bernal afirma que mantener vivas las lenguas nativas son una manera de fomentar la inclusión social y reconocer la importancia histórica de los pueblos. Lamentablemente, muchas de estas comunidades «han sido relegadas y discrminadas». Sin embargo, al promover el uso de las lenguas nativas, de alguna manera, «se reinvidica su idioma y su cultura».

Luchar contra la discriminación y crear espacios de encuentro.

En su amplia experiencia desarrollando talleres de identidad con comunidades amazónicas e indígenas, Andrea Bernal reveló que «muchas personas sienten vergüenza de hablar en su idioma nativo», principalmente, «porque se han burlado de ellos al no saber hablar correctamente el español».

Debemos dejar de pensar que las personas que hablan en sus lenguas originarias son inferiores a nosotros. Estas comunidades tienen que aprender la lengua castellana para comunicarse, y dominar dos idiomas es un gran esfuerzo.

La especialista del CAAAP asegura que «necesitamos una mayor incidencia del Estado en políticas públicas», pero, también, una mayor participación de la Iglesia para preservar nuestros idiomas nativos y «lograr que las personas se sientan orgullosas de hablar en su lengua”.

Una primera inspiración que nos ayude a revalorar el aporte de las lenguas originarias, es el propio testimonio Santo Toribio de Mogrovejo, Patrón de la Arquidiócesis de Lima, que en su afán de evangelizar a todos los pueblos, aprendió a hablar el quechua y exigió que todos los candidatos a sacerdotes supieran hablar el idioma para salir a evangelizar.

Crear espacios de aprendizaje en las instituciones públicas y privadas.

En la actualidad, una manera de prevalecer la comunicación generacional de nuestras lenguas originarias es desde el corazón de las propias instituciones de la sociedad y la Iglesia. El CAAAP es otro ejemplo inspirador: sus propios colaboradores aprendieron el idioma shipibo y awajún para «fortalecer la raíz de los pueblos indígenas y que se siga hablando su lengua», manifestó Bernal.

Talleres del CAAAP

La coordinadora del CAAAP sugirió que se gesten mayores espacios de aprendizaje para la enseñanza de estas lenguas y atención en espacios públicos y privados.

Finalmente, Andrea Bernal nos dejó esta BREVE reflexión:

Sigamos trabajando por promover y mantener las lenguas originarias, no solamente a través de la promulgación de leyes o políticas, sino poniéndolas en práctica, para reducir la brecha de discriminación y reconocer su aporte cultural a la historia de nuestro Perú.

En el día de María Auxiliadora, Monseñor Juan José Salaverry, obispo auxiliar de Lima, explicó que nuestra devoción por María nos convoca a actuar como portadores del Evangelio y ser fermento del Reino de Dios en la humanidad:

«Todo hijo de María Auxiliadora debe ser portador del Evangelio para transformar nuestros corazones, familias y vidas; para transformar nuestra sociedad necesitada de conversión, renovación y regeneración desde el Amor Evangélico. Estamos llamados a ser fermento de levadura transformadora, como María que es paradigma de fidelidad, constancia y entrega al servicio del necesitado», comentó.

«Nos reunimos alrededor de nuestra Santa Madre, la Virgen María, para cantar sus alabanzas en este día tan querido dentro del calendario mariano del mes de mayo, para invocarla con el título de Auxilio de los cristianos», con estas palabras, Monseñor Salaverry recordó que todos sentimos la figura de María como Madre, Intercesora y Auxilio, pues desde la pequeñez de lo que somos y desde nuestras limitaciones, «podamos conseguir las gracias más grandes que el Señor nos promete».

En alusión a la Liturgia de hoy, el prelado explicó que el texto del Apocalipsis (12, 1-9) nos pide levantar los ojos al cielo para contemplar la aparición de esta figura portentosa de una mujer vestida del sol, con la luna por pedestal y una corona de doce estrellas en la cabeza. Y al frente de esa mujer, se traba una batalla entre el bien y el mal.

«Nosotros nos mantenemos contemplativos frente a este signo portentoso que nos regala el Apocalipsis», afirmó el obispo, para ver «la entereza de María, que también representa a la Iglesia, acompañando esta batalla como la verdadera discípula que acompañó al Hijo a lo largo de toda la vida».

No podemos mantener la mirada fijada en el cielo, puesto que el Evangelio de Juan (2,1-11), que narra el milagro en las Bodas de Caná, nos hace aterrizar, es decir, poner los pies en la tierra para mirar la necesidad de la humanidad, la preocupación solidaria, y el milagro de la intervención de Jesús.

En ese sentido, Monseñor Salaverry aseguró que, así como las vasijas en las Bodas de Caná estaban vacías y mostraban una necesidad a ser llenada, también, en nuestra vida, hay situaciones que nos hacen sentir vacíos. En ese momento «la actuación de Jesús y María en nuestras vidas» hacen posible convertir las cosas sencillas (como el agua), en un vino verdadero que nos alegre el corazón y le dé sentido a nuestras «bodas», a esas bodas con el Señor».

Necesitamos el auxilio de Dios a través de María. Ella, como buena madre y portadora del Evangelio en sus brazos, ha querido regalarnos a su Hijo para que nosotros disfrutemos de las gracias del Señor.

Y dirigiéndose a la familia salesiana, nuestro obispo auxiliar hizo un llamado a renovar nuestro compromiso de presentarnos con la humildad de María, servidora del Señor, para que actúe transformando nuestra vida, nuestra Iglesia y sociedad.

Evocando la misión (“aguinaldo”) que el Rector Mayor Salesiano (Superior General), ha presentado a la familia salesiana del mundo, Monseñor Salaverry dijo que «ser fermento en la familia humana es asumir el compromiso de tener un ministerio que ocasione el cambio y la renovación, que nos haga rejuvenecer desde la teología, desde la pastoral y desde la presencia de un laicado que sabe vivir el mensaje del Evangelio. Transformando nuestra vida, transformaremos y daremos fuerza a la congregación, fuerza a la Iglesia y a nuestra sociedad», reiteró.

Portadores del Evangelio como lo fue María.

En otro momento, Monseñor Juan José Salaverry precisó que nuestra devoción por María Auxiliadora no debe limitarse a las prácticas piadosas (rezar el Rosario, comulgar o vestir la insignia salesiana), también es importante que aprendamos a ser «portadores del Evangelio como lo fue María», especialmente, donde más hace falta anunciarlo.

«¿Qué estamos haciendo por los que más necesitan? Esta es una pregunta que se extiende no solamente a la familia salesiana, sino a todo devoto de María Auxiliadora. En un país que parece cada vez más dividido, donde los intereses personales destruyen los derechos humanos y los derechos comunes, tenemos que construir unidad. Y María, como Madre de la Iglesia, nos une y nos congrega», reflexionó el prelado.

Que al ejemplo de María Auxiliadora, podamos retomar nuestro compromiso por los más necesitados y estemos dispuestos a interceder por el prójimo.

La Eucaristía, celebrada en la Basílica de María Auxiliadora, contó con la asistencia de autoridades civiles, militares y religiosas, entre ellos, el alcalde de Breña, Luis de la Mata; el obispo de la Guaira, en Venezuela, Monseñor Raúl Biord y el vicario inspectorial de la Congregación Salesiana en el Perú, Padre Humberto Chávez; y el Párroco del Santuario, el Padre Santo Dal Ben, junto con un gran numero de sacerdotes y hermanos salesianos.

También se hicieron presentes la superiora provincial de las Hijas de María Auxiliadora, Sor Elsy Núñez; la comunidad de hermanas salesianas; y cientos de feligreses de la comunidad de Breña, encabezados por el alcalde de Breña y sus regidores. La nota distintiva la dieron distintas promociones de exalumnos salesianos.

Con el apoyo del Arzobispado de Lima, el Cabildo Metropolitano y la Comisión de Fe y Cultura Arquidiocesana, la Dirección Artística del Festival Internacional de Flautas celebró su 38º aniversario con un Concierto de Gala en homenaje a Santo Toribio de Mogrovejo, en la Basílica Catedral de Lima

El evento contó con la participación de reconocidos maestros solistas de Argentina, Francia, Brasil, Italia, Chile, EE. UU. y Perú, y la participación especial de la Orquesta Sinfónica Bernardo Alzedo.

El concierto inició con la interpretación de Largo de Georg Philipp Telemann a cargo de Chirstine Erlander y Lauren Zwonik, representantes americanas, quienes a 2 flautas y junto a la orquesta de cuerdas y bajo continuo, regocijaron a todos los presentes.

Posteriormente, siguieron las presentaciones de James Strauss (Brasil), Florencia Jaurena (Argentina-Francia), Jeremy Benson (EE. UU), entre otros. Asimismo, representando a nuestro país contamos con la participación de Lucía Seijas, Juan Carlos Rodríguez, Salvador Pradenas y Rodrigo Ruiz.

Para dar cierre al evento, se interpretó el tema “Dolor Indio, pasacalle ayacuchano” del recordado flolklorista y músico ayacuchano Alejandro Vivanco Guerra.

Al término del concierto, el Mg. César Vivanco Sánchez, fundador y presidente del festival, brindó unas palabras de agradecimiento, recordando su época de estudiante y la relación con Toribio de Mogrovejo: “Hemos cumplido 38 años ininterrumpidos de labor académica y artística y, al coordinar el concierto en la Catedral, recordé un domingo de abril cuando solíamos hacer una romería a la Catedral para escuchar misa, como buen toribiano, porque estudié toda la primaria en el Externado Santo Toribio de Mogrovejo”.

Monseñor Carlos Castillo participó del conversatorio juvenil organizado por la Parroquia San José Obrero, en Barranco, con la asistencia de representantes de la pastoral juvenil, confirmantes y alumnos de instituciones educativas de la jurisdicción. El prelado, junto a los jóvenes, abordó temas sobre las problemáticas y desafíos que encuentran los jóvenes para desenvolverse en los espacios de la Iglesia y la sociedad.

«Entre naufragar y llegar a la orilla», este fue el título del reciente conversatorio que se vivió con los jóvenes de Barranco. A su llegada, nuestro arzobispo de Lima escuchó los comentarios, inquietudes y aportes de los jóvenes, quienes se reunieron en grupos para reflexionar cuáles son las dificultades que viven a nivel personal, familiar y social.

Aperturar más espacios para los jóvenes.

Durante el conversatorio, se formularon preguntas sobre los desafíos que tiene la Iglesia para acercarse a los jóvenes y qué esperan encontrar ellos en las comunidades parroquiales. En ese sentido, algunos de ellos manifestaron que «muchos llegan a la Iglesia y se van de la misma manera en la que entraron», sin sentir que fueron acogidos.

De igual manera, entre las conclusiones grupales se afirmó que, a veces, se establecen restricciones y limitaciones que impiden que los jóvenes puedan desenvolverse libremente. La influencia de los círculos sociales es otro factor que los impide acudir a la Iglesia con mayor frecuencia (temor a ser juzgados o marginados por sus amigos).

Algo en lo que todos están de acuerdo, es que la Iglesia necesita «aperturar más espacios donde los jóvenes puedan compartir su fe, donde puedas hablar sobre tus problemas o cómo te sientes, escuchándose todos mutuamente.» Por ello, es importante que no se juzgue constantemente a los jóvenes por sus errores, usando expresiones como: «te vas a condenar», «te vas a quemar si vas a la Iglesia».

Monseñor Castillo: «Entender a las nuevas generaciones y abrir espacios de acogida»

Ante todas estas inquietudes, el arzobispo de Lima explicó que «juntos tenemos que plantearnos qué haríamos y cómo podríamos inventar la forma de Iglesia que necesitamos, que sea la más adecuada, la más justa, la más razonable y la más capaz de acoger sin despreciar ni separar». El prelado precisó que «la Iglesia se basa en el principio de comprensión y de aceptación», por lo tanto, «no se puede excluir a nadie y se debe reconocer el valor de cada persona».

Para ello, es importante y necesario que «los mayores entendamos a las nuevas generaciones, y no al revés», porque «cada generación viene para abrir nuevos espacios», de lo contrario, viviríamos en un mundo en donde «todo se construye sobre la base de los mayores y no hay esperanza para algo nuevo, porque ya todo está hecho».

Siempre debe haber una opción preferencial por el que viene, por el último, como Jesús, que se colocó entre los últimos y desde ahí abrió la historia. No podemos «cerrar» la Iglesia para que nadie más entre, porque eso solo genera un grupo de élite que cree que lo sabe todo.

El obispo de Lima reiteró que el sometimiento a las costumbres dentro de la Iglesia, nos hace cómplices de una ceguera colectiva, en donde nos sentimos superiores y poseedores de la verdad. «Pero la verdad no está definida, porque la verdad es abierta, es amor, y la verdad se hace amando y comprendiendo, especialmente, a los jóvenes», aseveró.

Se ha creado un mundo que no ha abierto posibilidades para la gran mayoría de la humanidad. A pesar de que se diga que ha habido mucho crecimiento económico, hay un enorme egoísmo y una cerrazón de la sociedad que, por la ambición de ganar a manos llenas, está destruyendo todo.

En otro momento, Monseñor Carlos señaló que «la ideología individualista nos está carcomiendo a todos», por lo que es urgente un llamado a la solidaridad, para aprender a organizarnos y a vivir en comunidad, como ya lo hicieron las señoras de las ollas comunes y las comunidades parroquiales que actuaron de forma misionera durante la pandemia y las catástrofes climáticas, respectivamente.

«La solidaridad está en el corazón del ser humano, porque Dios nos hizo para amarnos, para ser hermanos. Lo que pasa es que se adormece cada cierta época como el trato amable, entonces, empezamos a actuar sin razonamiento, sin consideración», aseguró el Primado del Perú.

Finalmente, nuestro arzobispo saludó que se gesten este tipo de encuentros con los jóvenes, que van en el mismo espíritu sinodal convocado por el Papa Francisco. También sugirió recurrir a la mirada de profesionales para tener una visión más completa de la realidad de los jóvenes desde la psicología, la biología, la sociología y otros campos de pensamiento.

El conversatorio juvenil «Entre naufragar y llegar a la orilla», promovido por la Parroquia San José Obrero, contó con la participación de su párroco, el Padre Pedro Ceriani.

En el mes de María y en el marco del fortalecimiento de la Vicaría del Clero de nuestra Arquidiócesis de Lima, más de 80 sacerdotes de las diferentes parroquias y comunidades de la ciudad, se congregaron para realizar una peregrinación sacerdotal mariana a los pies de nuestra Santa Madre y pedir que interceda por sus vocaciones.

El evento inició en las instalaciones de la parroquia de San Pedro, en el distrito de Chorrillos, con una oración a cargo de la comisión responsable. Posteriormente, comenzó el recorrido a pie, donde todos los sacerdotes presentes entonaban a una sola voz una serie de cantos para alabar y dar gracias a María Santísima.

Luego, tras 40 minutos de caminata y oración, los presbíteros llegaron hasta la parroquia de la Virgen del Morro Solar, donde concluyeron el rito mariano con unas palabras finales de Monseñor Guillermo Elías, Obispo Auxiliar de Lima, que expresó a todos los presentes el gran amor que Santa María tiene por todos nosotros.

“La madre representa el compendio de amor, de la confianza, del apoyo, aliento en toda circunstancia y garantía de seguridad. Los cristianos, en especial, los sacerdotes, contamos con una madre excepcional a la que honramos y amamos, la Virgen María. Ella se hizo presente en la historia de la salvación al lado de Cristo, haciéndose cercana y asequible en nuestras vidas. Ella nos ofrece su aliento en los momentos duros que pasamos; nos produce protección que nos lleva a la verdad, a la vida y, en las necesidades, es luz para que descubramos el camino hacia su hijo Jesús.”, remarcó monseñor Elías.

Asimismo, nuestro obispo auxiliar de Lima señaló que María, al ser madre de Jesús, participa con Él en su misterio salvífico en favor de todos los hombres: “María está unida a Cristo y a su Iglesia en los momentos clave desde la encarnación hasta la muerte y resurrección, siendo un valioso apoyo para nosotros, ocupando un puesto preeminente en el plan salvador. Interviene activamente en los misterios de su Hijo, a su lado, asociada habitualmente al plan de Dios”.

El prelado afirmó que María, como Madre, acompaña a las vocaciones sacerdotales en todo momento: “María está cerca al sacerdote y cuando el sacerdote reflexiona y vive el tema mariano, redescubre más profundamente el misterio de Cristo sacerdote. Por eso, en la Vicaría del Clero, este año, nos propusimos invitarlos para que juntos pudiéramos hacer este gesto significativo de peregrinar en unidad, porque ella es madre de Cristo sacerdote y, por lo tanto, es nuestra madre”.

“La madre del sacerdote hoy nos tiene aquí, en este lugar tan especial para el pueblo de Lima, en el que miles de personas suben para encontrar consuelo, inspiración y cariño. Por tanto, María ve en cada sacerdote a “un Jesús viviente”, como decía san Juan Eudes, y la relación de María con el sacerdote ministerial se basa en esa íntima relación con su hijo sacerdote», reflexionó.

Los invito, en este mes, a acercarnos a María con mayor profundidad, amarla, imitarla y ser fiel como lo es ella.

«Nos ponemos a los pies de María y de esta devoción tan querida que marca el corazón del pueblo creyente y de todos los peruanos, porque estamos marcados como hijos suyos», con estas palabras, frente a la imagen de la Virgen de Fátima, Monseñor Juan José Salaverry, obispo auxiliar de Lima, presidió la Eucaristía en la Parroquia Nuestra Señora de Fátima, ubicada en el Cercado de Lima.

Al inicio de su homilía, Monseñor Salaverry explicó que el texto del Apocalipsis (Ap 12, 1-9), parece retratar las apariciones de la Virgen en Cova da Iria, Portugal (Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas). Señaló que, aunque podemos quedarnos contemplando la imagen portentosa de María en todo su esplendor, es importante que aterricemos nuestra mirada en la figura de María al pie de la Cruz.

«Mientras el Apocalipsis pone a María muy alto, vestida de sol, el Evangelio según san Juan (Jn 19, 25-27) nos pone a María enraizada en la tierra, plantada en la tierra, al pie de la Cruz», fue la primera reflexión de nuestro obispo auxiliar.

Como María, pasar por la tierra y caminar como buenos discípulos

Estas dos maneras de mirar a María, recordó el prelado, son una invitación para que interioricemos el sentido de su misión y la actitud que tuvo como verdadera discípula. «Aquella mujer que se ha aparecido, es la mujer que ha pasado por la tierra, por el sufrimiento y el dolor al pie de la Cruz, acompañando al Hijo, acompañando al Evangelio», remarcó.

Nosotros, con este corazón muy humano, a veces aspiramos a la Gloria directamente, pero la Gloria no se consigue si no es caminando bien en la tierra. Por eso, María es siempre buena maestra, maestra que nos enseña a ser discípulos de Jesús.

Por lo tanto, si nosotros nos consideramos hijos de María, estamos llamados a «pasar por la tierra y caminar con pie seguro, acompañando a Jesús con todo nuestro corazón abierto, para guardar en nuestro pecho los misterios de la salvación».

Tener el corazón de niño para recibir la ternura de la Madre

Como segundo aspecto, Monseñor Juan José hizo hincapié en uno de los aspectos más importantes en las apariciones de Fátima: se presentó, primero, a tres sencillos pastores para poder descubrir el misterio del corazón grande de la Madre. De igual manera, ella nos invita a «tener corazón de niños y corazón sencillo, porque el misterio de Dios se revela cuando la sierva se humilla».

La fe de estos tres niños hizo posible, más adelante, que la Virgen de Fátima se aparezca ante una gran multitud un 13 de octubre de 1917. «Así debe ir creciendo nuestra fe, desde lo más sencillo hasta lo más grande. Así fue ensanchado el corazón de María, y nosotros estamos llamados a vivir este proceso de fe y esperanza», acotó.

«La primera reflexión de hoy es ser buenos discípulos, caminando en esta vida terrena, siguiendo las huellas de María. La segunda reflexión es que debemos de ser humildes, como los pastores, para que encontremos el consuelo y la revelación de María», aseveró el prelado.

Disponernos a la conversión.

Como tercera reflexión, Monseñor Salaverry precisó que la Virgen María nos pide vivir un proceso de conversión. «No por ser miembros de una hermandad ya estamos convertidos. No por ser párrocos estamos convertidos. No por ser obispos ya tenemos la conversión», advirtió. Todos tenemos que pasar por un proceso diario y continuo de conversión, porque «siempre habrá algo que tenemos que pulir en nuestra vida, que mejorar y transformar a través de la Gracia».

María nos invita a la conversión a través del Rosario y el Evangelio.

Como último punto, nuestro obispo auxiliar afirmó que María también nos pide la conversión a través del Rosario, que «representa el Evangelio mismo que debemos meditar. La conversión a la que nos invita la Virgen de Fátima es la meditación del Evangelio».

María se muestra como predicadora, como evangelizadora, mostrándonos el Evangelio. Ella nos dice: “Esta es la herramienta de salvación, recen el Rosario”.

Y dirigiéndose a todos los fieles, párrocos y vicarios del decanato 6, Monseñor Salaverry agregó: «No se trata, entonces, de ir pasando los misterios y recitarlos monótonamente, se trata de hacer nuestro el Evangelio y que el Rosario nos ayude a que ese Evangelio se transforme en nuestra vida, en nuestro corazón, en nuestras familias, en nuestras parroquias y decanatos, en toda nuestra Arquidiócesis».

La Eucaristía por la Festividad de Nuestra Señora de Fátima, se realizó en el marco de la Primera peregrinación mariana del decanato 6, que congregó a los sacerdotes y muchos fieles de todas las parroquias de la zona. Estuvieron presentes delegaciones de todas las parroquias, quienes abarrotaron el templo parroquial de Nuestra Señora de Fátima del Cercado. Contó con la presencia del P. Litman Rodríguez, decano. Además, acudieron diferentes representantes de las parroquias de esta jurisdicción, entre ellos, el P. Jorge Gómez (Parroquia La Virgen Medianera); el P. César Ccolque y el P. Brain de la Cruz (Parroquia Nuestra Señora de los Desamparados y San José); el P. Carlos Hutwalcker ( vicario de la Parroquia La Visitación de nuestra Señora), el P. Sidnei Marco Dornelas (Parroquia Jesús Nazareno); y el P. Héctor Ayala (Parroquia Nuestra Señora de la Merced); y los sacerdotes de Fátima, el P. Jorgé López (párroco) y el P. Roy Cutire (vicario).

Al llegar el Día de la Madre, compartimos la oración de nuestro arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo, pidiendo a nuestra Santísima Virgen María por todas nuestras madres.

Oración a la Madre de todas las madres

Madre de nuestras madres,
inspiración de todas sus ternuras
y de todas sus reciedumbres.
Fuente inagotable y fecunda de todos sus amores
Madre de Jesús y de la humanidad
Madre de todos tus hijos del Perú:

Recurrimos a ti, como pueblo creyente,
en este día y este mes en que te recordamos.
Patrona de Lima, Nuestra Señora de la Evangelización.

En el lento caminar hacia, no se sabe dónde,
en la incertidumbre de nuestro presente y futuro,
solo la fe que aprendimos de ti,
nos dice que Jesús,
engendrado del Espíritu en tu seno,
cuidado sin medida por ti y de ti nacido,
lo guía todo hacia el Padre
sin abandonarnos jamás.

Para caminar así, Madre, solo tenemos
las pocas palabras y cantos de las nuestras
y la fuerza y cuidado incontenible de las tuyas,
cuando tú, Jesús y el Padre
consolaron al pueblo de Israel,
el pequeño pueblo de Israel,
hace 2023 ensangrentados años,
pero iluminados del gratuito y fiel amor
que nos envolvió.

El Perú nos sigue doliendo inmensamente, Madre Santa.
El caos sin freno nos amenaza,
las manos de siniestros caudillos
derruyen, poco a poco, lo logrado
con nuestro esfuerzo y solidaridad.
Empañan la promesa que somos.

Y si tu pueblo sufría cuando nos diste a Jesús,
hoy sentimos algo parecido a su sufrimiento
“Si salgo al campo, muertos a espada;
y si entro en la ciudad, enfermos de hambre
tanto el profeta y como el sacerdote vagan sin sentido por el país”.

Entre nosotros escasea, Madre,
la unidad y el aprecio,
el consenso y la educación,
la responsabilidad y la rectificación,
la libertad de decir nuestra palabra
y la libertad que entonamos en nuestro himno.

Y, escasea más aún, la escucha al clamor de los humildes,
que intentaron expresarse como pueden,
pero sin remecer los oídos ni en el corazón
de los bandidos sordos e insensibles.

Muchos de tus hijos, Madre, han muerto.
Muchos aún están heridos
y la mayoría afectados por el desmontaje del bien común.
Pero, también, muchos actores,
personales e institucionales,
andan impunes y de espaldas al dolor ajeno.

Y tras piedras, palos, balas, bombas…
huaicos y nefasta corrupción,
han dejado a tus hijos sin techo ni pan.
Y a tus hijas, Madre, las siguen asesinando,
porque nuestras costumbres
no las hemos corregido.
Machismos y racismos nos siguen azotando.

Injusticia, violencia,
maltrato, desprecio,
indiferencia, frivolidad,
argucia artera, negligencia,
ambiciones de poder y dinero,
mentira, vaciedad,
testarudez, ambición supina
deseo de venganza y destrucción,
agresión y muerte…
se nos han venido encima.
Y siguen siendo, Madre,
nuestros pecados capitales.

La esperanza parece disminuir conforme
en todos los rincones,
incluso en nuestra Iglesia,
en especial, los dirigentes,
estamos «ciegos» y no queremos ver
el círculo vicioso en que andamos.
Y todos somos tentados,
una y otra vez,
de caer en el pozo ciego
de burlar la dignidad de los humildes.

Sin embargo, Madre debo reconocerlo:
crece una esperanza cuando te seguimos,
cuando sentimos tu consuelo alentador
al escuchar el llamado y el clamor de Jesucito que llora,
así como escuchaste las alentadoras palabras de Gabriel:
“¡Alégrate, llena de gracia! El Señor está contigo”
Y al levantarnos, corremos, sin demora y de prisa
a servir y ayudar con alegría,
como tú a Isabel,
sobre todo, ahora, que desfallecemos.

Te cuento… ¡qué paradoja, mamá!
En desolación nacional,
con los huaicos y todo encima,
tu consuelo no ha dejado de dar fruto,
tu mano sigue entregándonos a Jesús
como principio generoso de tu presencia,
para generar nuevas y multitud de ollas comunes,
madres como tú, la Madre de esas madres,
actívamente solidarias, regeneran el Perú que viene.
Y con ellas, también,
de todos los rincones de los barrios, parroquias,
edificios y casas de todo color.
Del mundo de los jóvenes, surgieron
toneladas de amor y de ternura
para perdonarnos mutuamente y,
hermanados, superar esta fatalidad.

Sentimos el gran desafío del Perú
y nos da miedo.
Pero esta Palabra de Gabriel:
“El Señor esta contigo”, nos lo hace superar.
Y las primeras que lo superan son las madres como tú,
unidas, organizadas, creativas, solidarias,
esperanzadas y dignas que, inspiradas,
se convierten en inspiración espiritual
para inventar hermanamientos similares
hasta llegar a la más díficil unidad a conseguir.

María, Madre, mamacha de misericordia,
vida, dulzura, esperanza nuestra.
A ti seguimos clamando, gimiendo y llorando
los desterrados hijos del Perú,
en este valle de lágrimas.

Madre de nuestras madres,
señora, abogada y regeneradora nuestra,
vuelve a nosotros, tus ojos misericordiosos,
para que durante este destierro,
sin ápice de violencia, y después…
nos muestres a Jesús,
fruto bendito de tu vientre
¡Oh, clemente!
¡Oh, Piadosa!
¡Oh, dulce, Mamita María!

Y ruega por nosotros, Madre Santa de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar a ver,
aquí, en el Perú, realizadas,
las promesas y gracias de nuestro Señor Jesucristo.

Amén.

Para celebrar los 60 años del concilio Vaticano II y los 10 del pontificado del Papa Francisco, el Departamento de Teología de la PUCP, organiza un ciclo de conferencias sobre la teología y la práctica de la sinodalidad (inscríbete aquí). El tema es fundamental en el proyecto de reforma de la Iglesia del papa Francisco y ha adquirido actualidad por el sínodo sobre la sinodalidad que está en marcha.

Las conferencias abordan tres temas de la sinodalidad: los fundamentos teológicos, la puesta en práctica y las resistencias. Los expositores resaltarán los aportes teológicos y experienciales de las iglesias latinoamericanas, que han sido fundamentales para el debate sobre la sinodalidad. Y subrayarán el mutuo enriquecimiento entre teología y práctica eclesial, pues la teología de la sinodalidad brota de la reflexión a partir de las experiencias de las iglesias locales. Así, se espera que las conferencias ofrezcan modelos sobre cómo construir sinodalidad en la Iglesia.

📍 FECHAS: 22-24 de mayo de 2023 de 6:00-8:30 p.m.
📍 LUGAR: Auditorio Juan Pablo II – Campus PUCP (Av. Universitaria 1801, San Miguel)
📍 INVERSIÓN: Ingreso libre (previa inscripción aquí)

Organiza Departamento Académico de Teología PUCP

Durante el llamado urgente a la solidaridad, liderado por Cáritas Lima, más de 70 parroquias de nuestra Arquidiócesis se sumaron a la convocatoria para reunir víveres y donativos en favor de nuestros hermanos damnificados por las lluvias y huaicos. Este esfuerzo humano no solo representó un desafío logístico para convertir las parroquias en centros de acopio, también nos recuerda que la Iglesia se moviliza y es promotora de una gran red de solidaridad y hermanamiento.

«Frente a la gravedad de los problemas que afligen a las familias y personas más vulnerables, la labor de Cáritas nos recuerda que la indiferencia o el individualismo no son el camino. Nos dice que nos necesitamos todos y nos debemos ayudar los unos a los otros», ha expresado Monseñor Carlos Castillo, en relación a toda la ayuda humanitaria desplegada por nuestra Cáritas limeña, con el principal apoyo de la sociedad civil, el sector privado y las parroquias de nuestra jurisdicción eclesiástica.

A la fecha, ya son más de 144 toneladas de víveres, kits de aseo y frazadas para más de 12 mil personas en nuestro país. Esto no hubiese sido posible sin la participación activa de nuestros sacerdotes, agentes pastorales, jóvenes voluntarios y familias enteras que, semana a semana, contribuyeron con sus donaciones de manera desinteresada.

Según el primer reporte de Cáritas Lima, cerca de 80 comunidades religiosas, entre parroquias, colegios y congregaciones, acudieron al Arzobispado de Lima para entregar sus generosos donativos. «Esta red de hermanamiento se convirtió en un solo cuerpo que, conformado por distintos miembros, cada uno y sus distintos dones, son la base de nuestra labor solidaria», manifesta Cáritas.

Más de 140 toneladas de ayuda humanitaria.

Con el apoyo de Cáritas Carabayllo y Cáritas Chosica, nuestra Cáritas Lima logró repartir 9.4 Tn y 9.2 Tn de ayuda, respectivamente, y dentro de nuestra jurisdicción, se canalizaron 25 Tn, llegando a los lugares más afectados de la región, como Puente Piedra, Chaclacayo, Cieneguilla, San Juan de Lurigancho, Chosica, Ate, Santa Eulalia y Santa Rosa de Quives, donde las inundaciones, la crecida de los ríos y la activación de quebradas significaron terribles pérdidas para nuestros hermanos.

Asimismo, gracias al trabajo conjunto con Cáritas del Perú, se pudo responder a las necesidades de nuestros hermanos de La Perla, Huaral, los cuales fueron afectados por un deslizamiento de tierra en el mes de abril, enviando 951 kg de ropa de segundo uso, la cual acompañó las 5 Tn de ayuda humanitaria que entregó la Cáritas hermana.

Por otro lado, gracias al trabajo articulado con Cáritas Chiclayo, Cáritas Trujillo y Cáritas Chulucanas, se alcanzó llevar más de 83 toneladas de donativos al norte del país. Estas donaciones fueron entregadas por el equipo de Cáritas Lima en los centros poblados y caseríos de Oyotún, Callanca, Cayaltí, Mórrope e Íllimo, en la región de Lambayeque; San Pedro de Lloc y Moche, en La Libertad; y Morropón y Huancabamba en Piura.

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